Desde temprana edad fui un lector incansable. Leí todo tipo de literatura, desde La Edad de Oro del insigne José Martí, hasta poemas épicos griegos como La Ilíada y La Odisea”.  Por supuesto que como adolescente soñador, también sentí una profunda atracción por las novelas policiacas de Agatha Christie y los libros de aventura. Me encantaban las Aventuras del Zorro, Robinson Crusoe, y Veinte mil Leguas de Viaje Submarino, entre otras tantas. Cuando fui dejando la adolescencia me interese en obras como Matar a Un Ruiseñor (del cual tengo una copia) y aunque uno de mis libros favoritos de siempre es el Principito de Antoine de Saint-Exupéry, también conté entre favoritos dos libros de Hemingway: El Viejo y el Mar y su obra póstuma Islas en el Golfo. Este gran escritor en su novela Adiós a las Armas, compara a los seres humanos con hormigas que viven sobre un tronco ardiente, corriendo desesperadas, sin dirección, sin esperanza, tratando de escapar de ese tronco que es sacudido por una mano poderosa que lo sostiene, y al final las hormigas terminan siendo consumidas por el fuego o mortalmente heridas por las brazas. Quizás Hemingway usó esta analogía como un reflejo de su propia vida, una vida agitada, convulsa, aventurera, tan convulsa agitada y vacía, que el mismo dio fin a ella suicidándose en su casa en Ketchum, Idaho el 2 de Julio de 1961. Lamentablemente la historia y la cosmovisión de Hemingway con relación a la vida, es la historia de muchos y el entendimiento que muchos tienen de la vida: vidas, convulsas, agitadas, vacías, sin propósito y en constante peligro. Sin embargo, cuando vemos la Palabra de Dios, entendemos que no es esto lo que Dios ha diseñado para nosotros, que la cosmovisión correcta de la vida no es la conclusión a la que llegó el afamado escritor.
El Señor Jesús dijo que el había venido con un propósito, “… para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10b). No cabe dudas de que Jesús está hablando de la vida eterna, esa que comienza en el momento en que una persona, arrepentida de sus pecados confiesa a Cristo como Salvador y se entrega a Su señorío. Pero esta vida abundante habla de algo mas, habla de una calidad de vida incomparable, no solo en la eternidad con Dios, sino una vida cuya calidad abarca nuestro tiempo aquí en la tierra.
Esta vida no es una vida libre de desafíos y vicisitudes, pero si es una vida que cuenta, se afirma y se nutre en la presencia de Cristo mismo quien prometió estar con nosotros, sus discípulos, “todos los días hasta el fin de mundo” (Mateo 28:20b). Es una vida con verdadero propósito y significado.
¿Estás viviendo hoy en la esfera y dimensiones de esta vida? Si te encuentras gozándote en la vida abundante, agradécele a Dios; si necesitas experimentarla, abre tu corazón a Cristo y comienza hoy mismo a vivir esta calidad de vida.


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